El
caso TheFlame ha promovido muchas
reacciones: los articulistas rellenan páginas con prefijos "ciber" y la palabra "guerra". Las casas antivirus lo
usan como arma de venta (aun sin haberlo
detectado en cinco años) y Microsoft
queda en evidencia con
su PKI y la refuerza. TheFlame ha minado también la confianza: en los
gobiernos, en los antivirus... pero sobre todo, en la criptografía y en la
actualización automática.
Criptografía

Y hay que cuidarla. Porque la criptografía actual es lo mejor que tenemos,
y es en lo único que podemos basar nuestra confianza en estos momentos. Sin criptografía no hay Internet. La
criptografía permite, por ejemplo, que se dé vía libre a la ejecución automática
de código en el sistema con ciertas garantías (hasta ahora), de forma que se
pueda parchear antes y se reduzca el
riesgo. Es esencial.
Automatización
Y es que el software ha migrado
hacia la "autoactualización":
la automatización total de las
actualizaciones. Desde que el año 2000 Microsoft debutara con "Windows Update", y estableciera más
tarde por defecto la actualización automática, las aplicaciones se han apuntado
al carro. Chrome fue de los primeros programas
populares que no tuvo miedo a dejar de contar totalmente con el usuario
para actualizarse. Y le ha ido bastante bien. Sus usuarios no solo parchean en
tiempo récord, sino que tienen la sensación de que nunca tienen que hacerlo...
lo que vende muy bien estos días.
Luego Mozilla, Acrobat, Flash no
hace mucho... Incluso Chrome fue más allá y comenzó a actualizar sus propios
plugins... Todos, ante graves problemas de seguridad, han optado finalmente por
actualizarse sí o sí, por defecto.
Actualizar es la absoluta prioridad en el mundo de la seguridad. Sin embargo no
todos los sistemas de actualización están totalmente automatizados (muchos
programas todavía confían en que el usuario acepte antes de aplicar el parche)
ni todos lo hacen correctamente. Ciertos programas han realizado una mala
implementación de sus sistemas de actualización y de eso se aprovecha la
herramienta EvilGrade, todo un framework para explorar esas rendijas que proporcionan
las actualizaciones de más de 60 programas. Para algo tan delicado como la automatización, los programadores
deberían tomar muchas más precauciones.
Y es que fríamente y por
definición, la automatización, es una
mala idea. Trasladar ciegamente el poder a las máquinas siempre debería ser
menos confiable que llevarlo al lado "razonable"
del usuario. No podemos dejar total
control en las máquinas porque, una vez encontrada la rendija adecuada,
puede llevar a unas desastrosas consecuencias. Pero como la criptografía, es lo
mejor que tenemos en estos momentos para obligar a actualizar. Incluso así,
parece aún peor dejar que el usuario decida:
- En entornos caseros, suele resultar una molestia y aplicarse tarde.
Está demostrado que los niveles de parcheo total son muy pobres. El software
pirata en este caso, también hace mucho daño en este entorno.
- Y en redes corporativas, las actualizaciones automáticas serían muy útiles pero resultan muy "poco populares" entre los administradores. El pánico a interrumpir la producción ante el más mínimo inconveniente les lleva a enterrar la seguridad como prioridad en el trabajo. Esto les resta mucha agilidad a la hora de actualizar y se vuelven muy vulnerables. Las facilidades para automatizar que proporciona Chrome, por ejemplo, es inútil en estos entornos.
Así que no hay respuesta para la
pregunta que encabeza este artículo. ¿Centrarse en una automatización más
controlada, quizás? ¿Educar al usuario? Al final, se llega al callejón sin
salida del tópico: "la comodidad está reñida con la seguridad"...
Pero hoy en día, parece que quien se
acomode, pierde.
Más información:
flame's impact on trust
1.91% of all PCs are fully patched!
Sergio de los Santos
Twitter: @ssantosv
Educar al usuario.
ResponderEliminarPunto y final.
Si estoy totalmente de acuerdo.Y yo diría al anterior que auto-educarse es la solucion una vez que el usuario sea consciente que este tipo de preligros son el pan de cada dia en Informatica.
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